martes, 25 de diciembre de 2018

Sueño 25-12-18

Los rusos habían invadido Canarias, era un lugar estratégico que no iban a dejar escapar.

Los soldados, en pequeños grupos de tres o cuatro, se paseaban por las casa semanalmente en coches de guerra para recaudar el impuesto de "apaciguamiento" de 161 euros (al principio eran 31€).

Estaba en casa de una amigas, sorprendidas ante la novedad del cobro, le dimos el dinero.

Seguidamente estaba en mi casa, llamaron. Corrí a mi cuarto a por el dinero, pues no quería que mi familia, por estar ausente en ese momento, tuviera problemas futuros y salí a entregarlo.

Parece ser que el soldado ruso que tenía en frente no era desconocido para mí. Ya habíamos compartido ciertas sonrisas y palabras amables.

Pensé que debía aprovecharme de esa situación, que acercándome a él protegería a mi familia y a la de mi pareja. Me preguntó si estaba soltera, le enseñé el anillo que tenía en el dedo, deseando que aceptase mi amistad.

El tiempo se rebobinó y volví a salir, esta vez no tenía el anillo. Me acerqué como la primera vez con una sonrisa, y él me volvió a preguntar lo mismo. Esta vez le confirmé mi soltería y flashes de elegantes cenas, escapadas clandestinas y miradas de preocupación se cruzaron como una vida resumida en imágenes.

Volví al mismo momento, me acerqué con el dinero. Le dije que en la isla no llovía, que cuidaran el agua y la tierra. Que éramos dóciles, que no nos importaban las banderas, pero que no destruyeran nuestro hogar.

Les dije cómo podían conseguir un poco de agua dulce, pero que necesitábamos de los barcos con las provisiones, de la fábrica para el agua corriente, que era una isla seca, donde no habían secretos para el agua, porque no había y era lo más importante.

Construyeron algunas bases en los malpaíses, eso enfureció a las gentes.

El soldado me sonrió y me devolvió el cambio con billetes rusos, Alegre le pregunté cuánto era la diferencia y lo emocionada que estaba de tener billetes y monedas de otros lugares. Le pregunté por su cultura y eso le agradó enormemente.

Se fueron, y cuando mis padres estuvieron en casa recibimos un regalo "comunista" por ser amistosos con el régimen. Era una cesta con un gran conejo de chocolate recubierto de papel dorado, algunas frutas y dulces. Estaba realmente feliz, tan sólo teníamos que seguir nuestras vidas siendo canarios, pero no de ningún otro lugar.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Meditación Elementos.

"Ilusiones" a partir de la meditación guiada de Solicitude of Alanna. Muy recomendada para lo que están comenzando en esto de la meditación. https://www.youtube.com/watch?v=i_DFlsRSjsg&t=2s

AIRE 

Me situé en el acantilado. Al borde mismo de su silueta afilada. Las olas rompían grandiosas a sus pies. La brisa mecía la tierna hierba que pisaba, mientras el cielo gris, inmenso e imponente dejaba entrever los rayos de un tímido sol.

Llamé al viento, y vino. Fuerte, poderoso y juguetón. Me impulsó y salté con él, jugando, volando. Notando las gotitas de mi querido mar elevarse por el aire. 

Disfruté de su fuerza y su libertad.

Volví al acantilado, y todo retornó en la calma de lal brisa que mese la hierba a mis pies. 

FUEGO.

Observaba la hoguera, cuyo vivaz fuego comenzó a chisporrotear.  Caminé, sin perderle de vista, y se elevó siguiéndome, como un divertido torbellino de cálido fuego, que jugueteaba conmigo. Jugué, reí, y salte como él, como si fuera un ente pensante, como me había pasado con el viento. 

Lo devolví a su hoguera, y me fui. 

AGUA

Mi querido mar se presentaba ante mis ojos. La piedra volcánica creaba charcos de agua salada que conforme se acercaban al océano se volvían más grandes. Era un día espléndido, de estos que te invitan a zambullirte. 

Me metí en uno de los charcos previos al mar. Observando la claridad de sus aguas y lo que escondían sus fondos, y poco a poco fue dejándome llevar hasta acabar en el océano.

Me dejé mecer por el agua boca arriba, hasta que me di la vuelta y me sumergí de cabeza. Las aguas pasaban de claras y limpias a turbias y marrones cuanto más bajaba, más sucias. 

TIERRA

Era un día igual de maravilloso. Me encontraba en una pequeña cala de arena blanca bañada por el mar a un lado y con una selva tropical al otro.

Caminé hasta las primera palmeras, las acaricies y disfruté del relajante melodía de sus hojas mecidas por la brisa. Me senté en la arena. Hice el hoyo que decía la voz del audio, no muy profundo, y me acosté. Estaba calentito, pero el viento me azotaba la cara con la misma arena con la que me intentaba cubrir. 

El aire se puso más pesado, hasta que me levanté. 

No logré conectar con el elemento tierra, la estabilidad, las raíces, porque el elemento aire, los pensamientos, las ideas, querían que volara con ellas.

COMUNIÓN

En la misma playa me senté en la costa, dejando a un lado el mar, al otro la selva. una pequeña hoguera se balanceaba con el vaivén de la costa, mientras el viento me acariciaba.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Sueño 1

La avenida marítima estaba en pleno jolgorio. Había mucho ambiente.
Miré encantada a mi alrededor, todo estaba limpio, en armonioso dinamismo. No era la primera que estaba ahí, este lugar me es muy recurrente.
El atardecer bañaba el cielo de naranjas y rosas. Miraba por las ventanas al exterior, mientras subía por la escaleras. Me paré en un ventanal abierto y apoyándome sobre el muro, mi primo (falleció hará cosa de un mes por suicidio) se apoyó también.

¿Volverás al piso? —le pregunté, puesto que si él no lo quería iría yo.
Aún no lo sé —respondió mirando al mar.
Avísame —susurré, y cuando dirigí mi mirada hacia el mar vi una enorme figura, escultura tal vez, de una especie de diosa arcaica con cola de pescado en curva hacia arriba, tenía dos alas al más puro estilo sumerio. El cielo se abría justo encima de ella, bañándola con toda la luz del atardecer.

Habíamos empezado a caminar ascendiendo nuevamente, pero me arrepentí de haberla dejado de mirar, así que corrí escaleras abajo, pero el claro de luz había desaparecido, y con ello, la figura de la diosa. Corrí, bajando los pisos, buscando otra ventana por donde mirar.

Y bajé, hasta que estuve fuera de mi.

En un restaurante de la planta baja un camarero tomaba nota. Le habían pedido merluza, con un suspiro de pesadez y miedo, le pasó la comanda al chef. Éste a regañadientes balbuceó que debían quitar ese plato, aunque era el que le daba fama y presencia al restaurante.

El chef siguió bajando las escaleras, hasta que el piso se volvió piedra, y los peldaños pura roca amontonando. Había llegado a la parte más oculta del edificio, unas galerías de arcos antiguos, por donde corría el agua. Estaba tenuemente iluminado con algún fuego, y las aguas tranquilas y limpias, chocaban contra las columnas de corte cuadrado. Éstas tenían la representación de la figura que había visto al principio, en un relieve justo por encima del nivel del agua. Las paredes estaban llenas de tallados y más dioses, entre los que aparecía esta diosa sirena.

El chef cogió el pescado (intuyo que en verdad era otra cosa más valiosa), pero a la hora de subir las escaleras éstas habían cambiado, ya no eran esa piedra anaranjada maltratada por el tiempo, si no una especie de láminas de mármol, o papel, muy resbaladizas.

El chef comenzó a subir temeroso y cuando estuvo casi al final, el camarero recogió el pescado, el cual estaba dispuestos en taquitos como un pincho moruno. El chef, tambaleándose, dejó el pescado sobre el suelo del último peldaño, quedándose con los palillos en la mano, y cayendo sin que yo viera hacia dónde.

Yo no quería ir por ahí, así que retorné por otro lugar, que no me resultó muy complicado y volví a encontrarme con mi primo.

¿Llegaste a ver? —le pregunté.
Sí.
—¿Mereció la pena?
Sí, pero no lo que vino después.

Habíamos salido del edificio, no sé si por arriba o por abajo, y una prima con su hijo aparecieron, justos para retornar a casa. Subiéndonos en una canoa que caminaba sola, dejamos atrás ese puerto tan alegre y reconfortante, para subir hacia las montañas donde la vegetación reinaba.

Llegamos a la cima y nos sujetamos fuerte porque sabíamos qué tocaba. El otro lado de la montaña era bien empinada, y la canoa cayó a gran velocidad. Daba miedo al principio, pero ya en el momento nos relajamos, no era para tanto, iba tan rápido que ni lo notábamos.

Y así llegamos a la falda, donde había una cueva llena de algarabía. Un montón de gente africana se subía a un tobogán de agua de estos anchos de plástico-colchoneta. Subí y me tiré, cuando me di cuenta que no habían subido los demás. Esperé, y subimos todos juntos, tirándonos felices.

Sueño 25-12-18

Los rusos habían invadido Canarias, era un lugar estratégico que no iban a dejar escapar. Los soldados, en pequeños grupos de tres o cuatr...